Las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga, son una de las dos puertas de entrada al desierto de Marruecos. La otra es Zagora.
A escasos kilómetros de la población ya estás en el desierto, contemplando un mar de arena virgen. Sin una sola huella, sin una persona a lo lejos, sin un rastro de que por allí haya pasado nada ni nadie… solo el cielo, la arena y tu. La sensación de libertad que experimentas en ese momento es tan grande como el propio desierto.
A veces sólo es fruto de los movimientos del viento, que peinan la zona borrando cualquier rastro de civilización. Otras simplemente tendrás la suerte de no coincidir con ningún otro viajer@. Sea como fuere, no será difícil contemplar en soledad ese océano de arena, escuchar su silencio y percibir esa sensación de libertad.