El sur de Fuerteventura cuenta con un paraje que bien podría haber sido un antiguo refugio de corsarios. En un gran acantilado de roca con signos evidentes de la antigua actividad volcánica de la isla, se adentran dos enormes grutas, las cuevas de Ajuy, en el pequeño pueblo pesquero del mismo nombre.
Qué hacer en las Cuevas de Ajuy
En realidad, las cuevas de Ajuy son mucho más que dos enormes cavidades. Para conocerlas deberás iniciar el recorrido en una recoleta playa de arena negra, que ya merece la pena y donde si tienes tiempo, deberías darte un baño. Desde esta cala comienza el acceso a la zona por una pendiente de tierra y roca. En este punto, el primer recibimiento te lo hace un gran grupo de ardillas que hace las delicias de todos, especialmente de los niños. Acostumbradas a la presencia humana, remolonean y van y vienen sin ningún miedo ni pudor. También te miran con descaro para que les ofrezcas algunos frutos secos.
El trayecto hasta alcanzar las cuevas de Ajuy, que se encuentran al final del camino, dura unos 10 minutos. En el recorrido podemos encontrar gigantescas rocas estratificadas que muestran la historia geológica de la isla de Fuerteventura y desde las que tendrás unas increíbles vistas del océano Atlántico y de la cala negra. También podrás ver un espacio con restos de dunas fosilizadas. Debido al origen calcáreo de la zona, en este lugar se instaló un horno de cal para fabricar cemento con la técnica desarrollada por los romanos. Aún puedes apreciar los restos de esta actividad.
Para acceder hasta las cuevas hay un sendero perfectamente señalizado, con algunos tramos de escaleras y barandillas. Aunque el acceso no es difícil, se recomienda llevar calzado cerrado y/o deportivo ya que hay bastante tramos de piedra. Esta excursión no es posible para personas con movilidad reducida ni con carritos de bebé.
Al final del recorrido hay una ensenada y la escalinata que desciende hasta los charcones de Ajuy. El tamaño de las cuevas es increíble, miden unos 150 metros de largo y cuentan con una altura de entre 12 y 15 metros. Una tiene el suelo más arenoso mientras que la otra es más de roca.
Lo único malo de este paraje único es que puedes observar restos de basura y los rincones más apartados y escondidos de las cuevas se utilizan como aseos, con lo que puedes toparte con olores nada agradables.
Cuándo visitarlas
Debido a que las cuevas de Ajuy están situadas en el oeste de la isla, el atardecer es un buen momento para visitarlas y contemplar cómo el sol se esconde en el horizonte.
En cuanto a las mareas, ten en cuenta que con la marea alta verás las olas romper contra las rocas y el agua entrando en las cuevas. Por el contrario, si la marea está baja podrás descender la escalinata y adentrarte hasta el fondo de las cuevas.
Cómo llegar a las cuevas
Cuando llegas a la localidad de Ajuy, un pequeño pueblo perteneciente a Jandía, te encontrarás con una indicación que pone parking Las Cuevas de Ajuy. Justo al otro lado de esa indicación sale un camino de tierra que te lleva hasta la misma playa de arena negra donde está el acceso a las cuevas y podrás aparcar sin problemas. En cualquier caso el parking señalizado tb está cerca. Sólo te llevará unos minutos llegar hasta la zona. Además, si optas por esta alternativa, en el paseo hasta la playa ya te harás una ligera idea de cómo es este pueblecito de pescadores, que se ha ido desarrollando en torno a la playa.
Comer en Ajuy
Si quieres aprovechar para comer antes o después de esta excursión, hay algunos restaurantes en la zona. Elige uno de los que tienen terraza con vistas a la playa. Nosotros optamos por La Jaula de Oro, el que tiene la terraza más grande. Conviene reservar si quieres comer fuera o te tocará esperar a que queden mesas libres al aire libre. Dentro no suele haber tantos problemas.