Albarracín en un día

El pueblo de Albarracín es monumento histórico desde la década de los 60. Su arquitectura tradicional, sus casas señoriales y su magnífico estado de conservación hacen que esta población esté considerada como una de las mas bellas de España. Vamos a descubrir Albarracín en un día.

Información útil para tu visita a Albarracín

Casco histórico de AblarracínAlbarracín es pequeño, cuenta con poco más de 1.000 habitantes y casi toda la población vive en la zona nueva ya que el casco antiguo les resulta muy incómodo. La zona histórica es un cogollo concentrado en torno al río Guadalaviar por lo que podrás conocer Albarracín en un día y en media jornada te habrás hecho una idea bastante clara del entorno. Si decides pasar mas de un día en el pueblo y alojarte en el casco antiguo para disfrutar del lugar con las diferentes luces del día y la noche, debes tener en cuenta que no podrás llegar en coche hasta el hotel o casa rural ya que toda el área es peatonal.

Hay dos aparcamientos a la entrada de la zona vieja. El primero se encuentra nada mas cruzar el puente a la derecha y el segundo, a la izquierda del mismo puente, un poco mas adelante, frente a una tienda gourmet llamada Güenísimo (Calle Puentes nº 3)

Todos los días se organizan visitas guiadas, con una duración aproximada de 1,30 horas. El ticket cuesta 5 euros y podrás comprarlo en la calle de la Catedral nº 4. (Es la calle que hace esquina con el estanco). El recorrido se inicia en la Plaza Mayor e incluye una visita a una casona tradicional, perfectamente equipada con muebles, objetos de decoración, utensilios de cocina, ropas,…

Qué hacer en Albarracín

Pasear por el caso antiguo

Toda la zona mantiene la misma estética tradicional de casas construidas en piedra -en la parte inferior-, yeso rojizo, que se extrae de una cantera muy próxima a la parte moderna de la población, y acabados de madera en puertas y ventanas. Las construcciones señoriales se remataban además con rejas de forja. Los tejados están revestidos de teja árabe.

En Albarracín no está permitido pintar las fachadas. Todas las casas recurren a ese pigmento que aporta el yeso de la zona. Este material tiene partículas de hierro que oxidan y con el efecto de la meteorología produce esas tonalidades que van del naranja, al ocre y casi marrón, en función de la antigüedad del edificio. Se producen muchos matices diferentes.

Rincón del AbanicoLa compleja orografía y el río envolviéndolo todo fueron los responsables de una disposición urbanística muy peculiar, de calles estrechas y serpenteantes y pendientes considerables por las que hoy da gusto pasear y recrearse. Cuentan que la referencia para establecer la medida de las calles debía ser o bien un carruaje que pudiera pasar holgadamente o dos animales -caballo o burro- cruzándose.

Lo que en su día fue una ventaja, la frontera natural del río, manteniendo la población como un fuerte inexpugnable, con el tiempo se convirtió en un hándicap que impedía el crecimiento. Así que a los habitantes no les quedó otra que  el ingenio. Ya que el río acotaba el crecimiento del pueblo en extensión no quedaba otra que crecer hacia arriba. Y así empezaron a surgir las construcciones con recovecos y formas imposibles a medida que se elevaban en altura. De este modo, no solo se ganaba espacio donde casi no había sino que la propia arquitectura, con tendencia a unirse en la parte superior, constituía un refugio para combatir los heladores inviernos y las tórridas temperaturas en verano.

Subir al mirador de la muralla

Pegado a la muralla hay un sendero que lleva hasta la parte más elevada de la zona. Podrás acceder a esa ruta desde la iglesia de Santiago. El recorrido se hace en unos 10 minutos y desde el mirador  se contemplan las mejores vistas del conjunto histórico.

Degustar la comida típica de la zona

Son muy famosas las sopas de ajo, las migas y gachas que hacían los pastores, así como el gazpacho serrano. Entre las verduras destacan los platos con cargo y borraja. Si hablamos de carne, la palma se la llevan el ternasco de Aragón, el ciervo y el cordero. En cuanto a los pescados, destacan las truchas del río Guadalaviar. Si tu visita coincide con la época de setas no te olvides de probar los níscalos.

Además, aprovechando tu excursión de Albarracín en un día, también puedes darte un homenaje en el restaurante El Batán, situado en Tramacastilla, un pueblecito de menos de 100 habitantes que se encuentra a 15 kilómetros de Albarracín. El Batán, con una estrella Michelin, cuenta con dos menús, uno a la carta por 49 euros y un menú degustación por 69 euros.

Comprar algo típico de Albarracín

Las compras típicas son fundamentalmente para los amantes de la buena mesa. Lo más característico son el queso de la sierra de Albarracín, los embutidos de cerdo y caza, fundamentalmente el jamón de Teruel y el chorizo de corzo y jabalí. Si te gusta más el dulce, existe una buena oferta de mermeladas ecológicas de sabores muy originales; podrás elegir entre la de pimiento rojo, calabaza y naranja, albaricoque y menta,  melocotón con lavanda y manzana con ron y pasas. Otra opción dulce son los chocolates artesanales.

Compras en Albarracín

Podrás adquirir estas exquisiteces en un par de tiendas del casco antiguo; otra que hay en la parte de abajo, a orillas del río, Güenísimo -aquí también podrás tomar algo y desayunar probando las mermeladas- o en la zona nueva de Albarracín, tras cruzar el puente y muy cerca del Museo de Juguetes.

Un poco de historia de Albarracín

Corría el siglo IX cuando los musulmanes llegaron a a estas tierra y fundaron Albarracín. El nombre en árabe era Ibn Razin, literalmente hijo de Razin. El río Guadalaviar, que en este lugar hace un giro caprichoso de 180 grados, era perfecto para situar en su interior la ciudad y mantenerla a resguardo, rodeada por una frontera natural de agua y desniveles de hasta 100 metros en algunas zonas.

De hecho, la única forma de conquistar la ciudad no fue con las armas sino sitiándola hasta dejarla sin las provisiones necesarias para subsistir. Esta estrategia fue llevada a cabo por Pedro III el Grande, que la anexionó a la Corona de Aragón en el año 1300.

En el siglo XVIII tuvo lugar el máximo esplendor de esta población gracias al negocio de la lana. En esa época se construyeron las principales casas señoriales, que se mantienen inalterables con su escudos familiares y sus rejas en ventanas y balcones y constituyen uno de los principales atractivos de este lugar.

Desde la década de los 60 del siglo pasado Albarracín está considerada monumento histórico y en la actualidad está a la espera de saber si la Unesco la considera Patrimonio de la Humanidad. Yo lo tendría claro. ¿Y tu?

 

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